La violencia que aún persiste: ser mujer en tiempos modernos

Publicado el 12 de abril de 2025, 11:12

A diario, millones de mujeres salen a la calle con miedo.

Miedo a no regresar, a ser acosadas, a ser culpadas. La violencia de género no es una excepción, es parte de una rutina que muchas ya no cuestionan, pero sí sienten. ¿Hasta cuándo?

 

 

Según datos del Observatorio Nacional de Feminicidios, cada día mueren mujeres simplemente por serlo. Aunque el mundo ha avanzado tecnológicamente y se han conquistado diversos derechos, ser mujer sigue siendo, en muchos contextos, una condición de riesgo. La violencia de género continúa cobrando víctimas, no solo físicas, sino emocionales, psicológicas y económicas.

En América Latina, una de las regiones con mayor índice de feminicidios, la situación es alarmante. Según datos de la CEPAL, al menos 12 mujeres son asesinadas cada día por razones de género. Sin embargo, detrás de estos números hay historias invisibles: acoso en el transporte público, desigualdad salarial, violencia doméstica silenciada, y una justicia que aún responde con lentitud.

Testimonios

Claudia, de 27 años, cuenta que ha cambiado tres veces su ruta para ir al trabajo. “Hay una calle donde siempre me dicen cosas. Una vez un tipo me siguió. Desde entonces, busco dónde caminar sin que me vean”.

"Nos enseñan a cuidarnos, pero no les enseñan a no violentarnos", dice Mariana, activista feminista.

Como ella, muchas adaptan su forma de vestir, hablar o actuar para “evitar problemas”. Sin embargo, el problema nunca ha sido la ropa ni la actitud, sino una cultura que sigue justificando la agresión masculina y culpando a la víctima.

En los últimos cinco años, se han implementado protocolos de atención, botones de pánico, refugios, campañas de concientización y las marchas del 8M. Pero los avances siguen siendo lentos frente a una realidad cruda: en muchos casos, las denuncias no se toman en serio, y las víctimas terminan siendo revictimizadas por el sistema.

¿Qué podemos hacer?

  • Educar a niños y niñas en igualdad.
  • Escuchar y creer a las víctimas.
  • Romper el silencio.
  • Exigir leyes más efectivas y su aplicación.

Porque ninguna debería tener miedo de volver a casa sola, ni de amar, ni de trabajar, ni de simplemente ser.

La violencia contra la mujer no es solo un problema de mujeres. Es una herida social que requiere la participación activa de toda la comunidad. Nombrarla, visibilizarla, hablarla y enfrentarla es apenas el primer paso. Porque ser mujer no debería doler. Nunca.

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